Y se hizo el silencio…
na burbuja que de repente envuelve mi mundo y lo acoge en el silencio más absoluto. No hay nada más que el silencio y yo. Ansiaba este instante. Este momento en que nada más importa más que yo, mis pensamientos y mis sentimientos. Esos grandes olvidados cuando dejo que sea la rutina la que me lleve y me traiga sin una dirección, sin un destino, sin un propósito. Ese ansiado instante en el que me encuentro cara a cara con una desconocida… Yo misma.
Y los días van pasando y cuando quiero darme cuenta, han pasado meses desde la última vez que me pare a escucharme, a sentirme, a mirarme, por dentro y por fuera. Poniendo por excusa el rápido paso del tiempo cuál tren que ha olvidado hacer sus paradas. Y entonces llega el día en que la máquina decide pararse, en seco, sin previo aviso y sin preguntar si es lo que quiero.
Ha llegado el momento que tanto he estado aplazando y no sé ni siquiera por dónde empezar. Me siento como una extraña viviendo la vida de otra persona. Ya no sé qué quiero ni a dónde quiero ir. No me atrevo a abrir esa caja de Pandora, porque no sé si seré capaz de afrontar todo lo que va a salir de ahí.
Pero es él de nuevo quién me empuja a hacerlo. Ese silencio que te puede sanar o te puede herir mortalmente. No me deja más opción. No hay alternativa. Y me susurra al oído que ha llegado mi momento, nada ni nadie es más importante. Sólo yo , mis pensamientos y mis sentimientos. Y como quien se quita de encima una carga de toneladas de hierro, tomo aire y lo dejo salir poco a poco en un gran suspiro mientras acepto que es ahora, ha llegado el momento y ya no hay opción.
Y el silencio me envolvió.
Y el silencio me dio alas para volar.
Y el silencio me dio raíces para saber a donde volver.
Muy buena entrada Anais!
Un abrazo⚘
Me gustaMe gusta